martes, 23 de marzo de 2010

El valor de la accesibilidad

Vivimos una época en la que imperan los valores postmodernos. La igualdad de género, la sostenibilidad, el respeto a las minorías, etc. Son algunos ejemplos de estos valores de última generación. Junto a ellos, surge con fuerza el valor de la accesibilidad.

Por mi trabajo en CA3 Andalucía, empresa dedicada a la fabricación de dispositivos para suprimir barreras arquitectónicas, soy testigo a diario de la lucha entre personas que quieren moverse libre y autónomamente, ojo con este último concepto, y una sociedad a menudo indiferente, anestesiada, incapaz de empatizar con los que sufren la incomunicación y el aislamiento generado por la falta de accesibilidad.

La accesibilidad, entendida en un principio como la posibilidad de desplazarse libremente por el medio físico, ha sido una reivindicación histórica de los colectivos de personas con discapacidad. El derecho a transitar libre y autónomamente, se nos revela en la actualidad irrenunciable y digno de protección, sobre todo porque cuando los espacios son accesibles, los beneficios los disfrutamos todos, a pesar de que generalmente no seamos conscientes de dichos beneficios. El ideal de accesibilidad es una sensación a nivel del subconsciente, no se nota, pasa inadvertida, o dicho de otro modo, sólo nos damos cuenta de la falta de accesibilidad por el malestar que nos genera, y sólo percibimos su presencia por el bienestar que nos aporta. Pero más allá de la reivindicación de acceso físico a los edificios y lugares públicos, surgen hoy en día conceptos complementarios con el acceso a la comunicación, a la información o a la formación, todos ellos derivados de la misma raíz.

Son varios los foros multidisciplinares que promueven en los últimos tiempos una nueva idea: el diseño universal o diseño para todos. Este concepto cambia la perspectiva con la que se mira el problema de la accesibilidad y desde mi punto de vista la supera. El diseño universal es un deseo, un objetivo común y una herramienta que debieran compartir todos aquellos profesionales que se dedican a diseñar espacios, productos y servicios. Bajo este nuevo paradigma, cualquier producto, debería haber sido diseñado teniendo en cuenta que todas las personas tenemos diferentes habilidades y capacidades, y debería por tanto ser utilizable por el mayor número de personas posible. Ejemplos de objetos diseñados desde esta perspectiva hay muchos, y todos ellos tienen en común la posibilidad de dar respuesta a las necesidades de muchos tipos de personas, más allá de la capacidad o habilidad que puedan presentar cada una de ellas.

Los diseños influenciados por esta tendencia, ya sean espacios físicos, productos o servicios, son fáciles de manejar, se basan en la ergonomía, sus instrucciones son claras y concisas, los textos utilizan tipos de letra con alto contraste y los tamaños de fuente son generosos, conjugan estética y práctica sin permitir que la primera se anteponga a la segunda, se centran en conseguir una experiencia satisfactoria de todo tipo de usuarios,… y en definitiva, no pierden nunca de vista la multiplicidad de personas que deberá usarlos y disfrutarlos.

En la empresa para la que trabajo, esa perspectiva siempre está presente y nuestra mayor satisfacción es que a los usuarios de los dispositivos que fabricamos les pase inadvertido ese esfuerzo nuestro. Ello significa que el objetivo se ha cumplido.

Hoy en día existen demasiadas barreras. Por eso es importante que los nuevos elementos que integramos a nuestra vida no se conviertan en nuevos obstáculos. Si apostamos desde ya por un diseño universal, quizás en un futuro no muy lejano, la lucha por la accesibilidad sea cosa del pasado.